Las sirenas son seres fabulosos, originarios de la mitología griega
y ampliamente extendidos en las narraciones fantásticas de la
literatura occidental, cuya función y representación han variado
con el tiempo.Aunque en su forma original eran genios marinos
híbridos de mujer y ave, posteriormente la representación más
común las describe como hermosas mujeres con cola de pez en lugar de
piernas. Es por ello que muchas lenguas no latinas distinguen la
sirena original clásica de la sirena con cola de pez.En el marco de
la mitología griega, las sirenas son criaturas ligeramente difusas
debido al remoto y rico trasfondo de su origen, probablemente ligado
al mundo de los muertos.
Según los mitos originales se trataba de seres con cuerpo de pájaro
y rostro o torso de mujer, que inequívocamente se distinguen siempre
por el hecho tener una voz musical, prodigiosamente atractiva e
hipnótica. El primer testimonio escrito
que se tiene de ellas es su mención en la "Odisea" de
Homero. Sin embargo, ya figuraban con la citada forma en las
representaciones artísticas más antiguas de Grecia, muchas de las
cuales son monumentos y ofrendas funerarios. Se deduce así su
presumible vínculo con el otro mundo, unido al frecuente uso
iconográfico de los seres alados para representar a los espíritus
de los difuntos.Si bien es un tema que sigue siendo objeto de debate
entre los expertos, parece plausible que, en un principio, los
griegos hubieran visto a las sirenas como las encargadas de
transportar las almas al Hades (función que posteriormente acabaría
asumiendo el dios Hermes).En época preclásica comenzaron ya a
asimilar, aunque nunca
plenamente, ciertos aspectos aislados de otras ninfas como las
náyades o las nereidas: en concreto, la asociación más o menos
directa con el medio líquido y la fatalidad de su atractivo. Náyades
y nereidas resultaban letales para los hombres debido a su naturaleza
acuática, si bien eran normalmente benéficas y les prestaban ayuda;
en cambio, las sirenas adquirieron un carácter maligno de matiz
monstruoso, pues el influjo irresistible de su canto llevaba
intencionadamente a la perdición. Las naves que se acercaban a su
isla acababan estrellándose contra las rocas y ellas devoraban a los
marineros, dejando la costa repleta de huesos (de nuevo, un nexo más
con la muerte).Los antropólogos que suscriben el parentesco de las
sirenas con el más allá plantean una teoría: en paralelo con
arquetipos de otras mitologías, quizá estos seres fueran
inicialmente genios que guardaban el paso hacia las Puertas de la
Muerte. Puertas que muy bien podrían estar simbólicamente
emparentadas con el paso de Escila y Caribdis, al que las sirenas
están próximas en los cantos homéricos. Eurípides, en una estrofa
del coro de Helena las llama “jóvenes doncellas”; en este
fragmento se apoyan Laurence Kahn-Lyotard y Nicole Loraux para
incluirlas dentro de las figuras del Más Allá, identificándolas
con las cantoras de las Islas de los Bienaventurados descritas por
Platón. También se cuenta que las sirenas perdieron sus plumas como
castigo por retar a las Musas a una competición de canto que
perdieron, y que cuando Orfeo y Ulises se resistieron al efecto de
sus voces se arrojaron al mar, convirtiéndose en escollos o
pereciendo. En esta última versión, el cadáver de una de ellas,
Parténope, fue arrastrado por las olas hasta la orilla y en torno a
su sepulcro se fundó la actual Nápoles.
Aunque en la iconografía moderna las
sirenas se representan por lo general como de abrumadora belleza, es
probable que en la tradición clásica su único atractivo radicase
en su voz, y que su apariencia fuese poco menos que monstruosa.
Horacio, en la “Epistola
ad Pisones”, hace mención a un híbrido de mujer y
pez como un sujeto hilarante.Se ha comentado que posiblemente las
sirenas que tanto intrigaron a Sigmund Freud son la
intelectualización tardía de un hecho narrativo que aúna peligro y
belleza. En todo caso, ése sería un añadido elaborado a lo largo
de los siglos a su origen como horrendas y
extraordinarias cantantes
que ocultaban el asesinato y la antropofagia.
Los nombres de la sirenas, así como muchos otros de personajes de
la mitología han servido para nombrar muchos objetos astronómicos.
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