Hoy
os voy ha hablar de una leyenda urbana muy común en España, esta es
de las más conocidas y que ha llegado hasta nosotros, hoy día,
mediante la tradición oral. Es una de las leyendas urbanas españolas
más escalofriantes.
Aunque
el lugar donde es más común esta leyenda y donde muchos dicen que
han visto esta escalofriante procesión de muertos es en Galicia,
también ha sido avistada en Asturias (aquí se les llama Güestia) y otros lugares del norte de España.
La
Santa Compaña es básicamente una procesión de muertos, en la que va a la cabeza o "liderada" por un vivo que porta una cruz, este portador camina como si estuviera sonámbulo y no recuerda nada al día siguiente, aunque su vida se va consumiendo poco a poco por la compañía de los muertos. Sólo si encuentra a otro vivo capaz de ver a la Santa Compaña, y le entrega su cruz, se liberará de la maldición, que noche tras noche le obliga a liderar la comitiva de difuntos. Por otra parte los muertos en su mano llevan una vela o un cirio cada uno, cuando se encuentran a una persona que fallecerá dentro de poco le entregan su vela, si la persona la acepta morirá en un corto plazo de tiempo. En resumen esta procesión de muertos vagan por la noche reclamando el alma de los vivos.
Esta leyenda es la sigueinte:
Álvaro
llevaba años sin poner los pies en el pueblecito de Galicia donde
creció; pero, la grave enfermedad que sufría su padre, le obligó a
desplazarse a la zona rural donde se crió para darle un último
adiós. Por desgracia su padre tenía las horas contadas.
Angustiado
por el ambiente familiar que había en la que antes fue su casa,
decidió salir a pasear para despejarse un poco. No le importó que
ya hubieran pasado las 2 de la madrugada, tenía que separarse de sus
hermanos, unos insensibles que como parásitos ,y con su padre aún
con vida, se repartían la herencia como hienas despedazan la
carroña.
Distraído
y con la mente en otro lado, caminaba por los abandonados caminos que
llevaban a la ermita del pueblo, una pequeña iglesia que se cerró
varios años atrás por el grave deterioro que había sufrido su
tejado en una lluvia de granizo. La ermita antes era la última
escala en la procesión del pueblo, que finalizaba llevando la imagen
de un Cristo desde la Iglesia que había cerca de la plaza hasta
allí. Pero cada vez eran menos los habitantes de la comarca y el
pueblo parecía una fantasmagórica visión de lo que Álvaro
recordaba de su niñez, por lo que la ermita nunca fue restaurada.
Cuando
se encontraba a escasos metros del tramo final, escuchó una especie
de cánticos, su curiosidad le llevó a acercarse aún más, pero
algo en su interior le decía que debía esconderse. Un frío
indescriptible parecía metérsele en los huesos y comenzó a sentir
un fuerte olor a cera quemada.
Instintivamente
decidió ocultarse tras unos arbustos para contemplar aterrado lo que
parecía una romería fantasmal precedida por un hombre que con la
cara demacrada portaba una cruz en la mano; los demás integrantes
eran aún mucho más aterradores, pues claramente podía verse que ya
estaban muertos y sus rostros eran poco más que unas calaveras que
movían sus escalofriantes mandíbulas mientras entonaban un rosario.
Todos los muertos portaban una vela en su mano y su lento paso
parecía dirigirles directamente a la casa del padre de Álvaro.
Álvaro,
tan asustado como intrigado, decidió seguir a distancia a la
cadavérica procesión, que cada vez se acercaba más a la que fue su
casa, el lugar donde sufría la agonía de una lenta enfermedad su
padre. Hasta que sorprendentemente su padre apareció caminando y,
sin mediar palabra, uno de los esqueletos envuelto en una túnica se
le acercó y le ofreció una de las velas. Su padre, como
hipnotizado, alargó la mano y la recogió, y tal y como había
aparecido se esfumó en ese instante. El resto de integrantes de esa
Santa Compaña también parecieron evaporarse en una extraña niebla.
Todos menos el portador de la cruz, el primer integrante de la
procesión de muertos que quedó tendido en el suelo durante unos
segundos. Pasado ese tiempo se levantó, y con la cara totalmente
descompuesta por el cansancio y como si su misma vida fuera
gradualmente absorvida por la compañía de los muertos, como un
sonámbulo comenzó a caminar en dirección al pueblo.
Álvaro
estaba tan petrificado por el miedo que no podía moverse, sólo el
grito desgarrador de una de sus hermanas le despertó del shock en el
que se encontraba. Casi sin darse cuenta había caminado siguiendo a
la Santa Compaña hasta escasos metros de la casa de su padre, y el
grito confirmó sus más temidas sospechas: la procesión de muertos
había venido a reclamar el alma de su padre.
Corrió
tan rápido como pudo hasta la habitación donde yacía su padre ya
sin vida, prácticamente toda la familia se encontraba con él en el
momento que su alma abandonó su cuerpo, Álvaro entendió en ese
momento que la imagen que vio de su padre no era más que su alma
uniéndose a una Santa Compaña con la que vagaría eternamente
reclamando el alma de otros moribundos.
Espero
que os haya gustado esta nueva entrada.
Muchas
Gracias por vuestras visitas y Os Espero en la próxima entrada ^^
Bye!
No hay comentarios:
Publicar un comentario