Bueno
pues ya hemos llegado al final de este ciclo de leyendas urbanas, que
espero que os haya gustado. Esta leyenda que os voy a dejar a
continuación no quiere decir que no vuelva a publicar ninguna otra
leyenda, si lo haré solo que no tan seguidos como he venido
haciendo, sino que de vez en cuando os traeré otra leyenda nueva, a
partir de la semana que viene volvemos a la rutina del blog, es
decir, que volveré a escribir sobre temas variados, de los cuales
iré anunciando en twitter, tuenti y facebook como siempre. Pues
bueno aquí os dejo la última leyenda urbana de este ciclo, esta
leyenda cuenta la historia de una pareja que consiguió hacerse con
un antiguo castillo y convertirlo en hotel, en uno de sus paseos por
las estancias de este los nuevos dueños encontraron una bodega, que
aun contenía una serie de barriles con contenido en su interior,
decidieron probar el contenido de uno de ellos y quedaron fascinados
por el sabor de este...
La
Bodega del Castillo
Tras
varios meses de papeleos y trámites interminables, una pareja
consiguió que se les adjudicara un pequeño castillo en una zona
rural. Debían habilitarlo como parador turístico y por supuesto
serían los encargados de su mantenimiento.
Era
un negocio redondo porque el anterior dueño había fallecido hacia
menos de un año y el castillo se encontraba en un excelente estado
de conservación teniendo en cuenta que llevaba varios siglos en pie.
Transformarlo en un hotel de lujo sería pan comido y el banco, tras
evaluar los riesgos de la inversión, no dudó en concederles un
crédito e incluso en insinuar algún tipo de asociación. Pero ellos
se negaron, habían conseguido la concesión tras mucho esfuerzo, y
por qué no decirlo, sobornando a un par de funcionarios a los que
parecía que el sueldo no les llegaba a fin de mes.
Con
la misma ilusión que un niño que abre sus regalos de navidad la
pareja iba visitando todas las habitaciones, los salones y el
subterráneo del castillo, un sistema canalizado bajo tierra que
parecía incluso más grande que la parte visible. Tenían incluso
una sala de torturas, un verdadero imán turístico que, si
habilitaban de nuevo, podría servir como museo. Pero lo que más les
llamó la atención era una enorme bodega llena de barriles de licor.
Probablemente el vino, whisky y otras bebidas estuvieran dañadas por
el paso de los años, pero la curiosidad les pudo y decidieron
probarlos uno por uno. Para su sorpresa no solamente estaban en
condiciones de ser bebidos sino que además parecía que los años
habían mejorado su sabor: estaban deliciosos, y ellos lo
aprovecharon celebrando su primera noche en el castillo con una gran
borrachera.
Menos
de un par de meses después el castillo inauguró sus puertas
transformándose en uno de los paradores nacionales con más
tradición de la zona. La gente venía de la capital a pasar un fin
de semana y a sentirse como un señor feudal rodeado de lujo. Incluso
la gente del pueblo solía visitarlo para beber el exquisito vino que
allí servían. La fama del licor fue tal que incluso expertos en
vino viajaban cientos de kilómetros para probar el delicioso elixir.
Muchas
fueron las ofertar que recibieron por los barriles que tenían en sus
bodegas pero ellos sabían que parte del éxito de su negocio era la
fama que les otorgaba el ofrecer el mejor vino de mesa en toda la
región.
Pasó
el tiempo y uno de los barriles se vació, por lo que decidieron
moverlo para llenarlo de nuevo y esperar unos cuantos años antes de
servirlo otra vez. Pero al tratar de desplazarlo se dieron cuenta de
que seguía pesando demasiado, sin duda el tamaño del colosal barril
de roble no era un peso fácil de manejar, pero éste era incluso
demasiado pesado, de modo que optaron por abrirlo en la misma
bodega. Lo que encontraron en su interior les dejó helados…
Dentro
del barril, encorvado y en posición fetal se encontraba un cadáver
de pequeño tamaño…
¡¡¡Era
un niño!!!
Su
cuerpo se había disuelto casi totalmente por el efecto del alcohol y
era poco más que huesos, uñas y pelo. Pero el cuerpo era claramente
el de un niño de no más de siete años.
Ahora
todo cobraba sentido, el excelente estado de la sala de torturas, la
curiosa manía del anterior propietario por no relacionarse con el
resto del pueblo, las desapariciones de niños que durante años
habían ocurrido en la zona.
Al
llegar la Policía se descubrió lo que más temían: dentro de los
otros barriles estaban los cuerpos de otros pequeños y pequeñas que
no debían tener más de diez años.
Sin
saberlo habían estado bebiendo un licor que contenía la esencia de
los pequeños que se descomponían en el interior de cada uno de los
barriles.
Aunque no lo creáis y os parezca
imposible e increíble en muchos países se usan cadáveres de
animales para darle sabor al licor, él
caso más conocido es el del gusano del tequila pero existen otros
más extremos como en los licores que se sirven en Vietnam, en su
interior pueden encontrarse animales como escorpiones, lagartos e
incluso cobras.
Sinceramente a mi esto me parece algo repugnante, pero bueno hay que
respetar los gustos y tradiciones de los demás así que, pues no lo
tomamos como un dato curioso y bueno que da algo de repullo claro
-jajaja- .
Pues
bueno espero que os halla gustado esta leyenda y todas las anteriores
de este ciclo de leyendas urbanas que nos ha ocupada los meses de
Enero y Febrero y que, pues bueno en algún momento volverán a
ocupar parte de este blog.
Muchas Gracias por vuestras visitas y Hasta la próxima ^^