Muchos creen que los súcubos y los íncubos son como esos típicos demonios alados, con cuernecitos y cola. Nada más lejos de la realidad. Son demonios horribles, sí, pero su aspecto cuando se mueven por nuestro mundo no les delata en absoluto.
Súcubo
El súcubo, según las leyendas medievales occidentales, es un demonio que toma la forma de una mujer atractiva para seducir a los varones, sobre todo a los sensibles, a los adolescentes y a los monjes, introduciéndose en sus sueños y fantasías. En general son mujeres de gran sensualidad, persuasión y carácter. El mito pudo haber surgido como explicación del fenómeno de las poluciones nocturnas y la parálisis del sueño. Según otras perspectivas, las experiencias de visitas sobrenaturales claras pueden ocurrir por la noche en forma de alucinación hipnogógica.
La apariencia de los súcubos varía, en general, tanto como la de los demonios; no hay ninguna apariencia o representación definitiva. Sin embargo, se suelen pintar casi universalmente como seductoras mujeres desnudas con una belleza no terrenal, a menudo con alas demoníacas. Con aspecto de una mujer de belleza extraordinaria, piel perfecta y cabello oscuro o rojizo. Posiblemente, el mismo aspecto de Lilith, Reina de la Oscuridad y la Noche, de quien se cree que descienden todos los demás súcubos. De vez en cuando, se les dan otros rasgos demoníacos, como pueden ser los cuernos, una cola con una punta terminada en triángulo, ojos de serpiente, colmillos, serpientes enrolladas a su cuerpo, etc. A menudo, simplemente aparecen en los sueños como una mujer atractiva y desnuda de la que la víctima no puede deshacerse de ella ni olvidarla, incluso después de despertar.
La versión más difundida es que los súcubos atacan a sus víctimas para absorber la sangre o energía vital del hombre y así alimentarse. A menudo, esto provoca en el hombre dolencias físicas y espirituales, y hasta la muerte. Se esconden tras esta atractiva fachada para conseguir atraer y tentar a los mortales que se cruzan en su camino. Su única misión es atraer primero para atormentar después.
Sus movimientos son ágiles y precisos. Su forma de caminar es muy seductora y cuentan con una gran presencia y carisma. Ese tipo de carisma que fascina y casi deja hipnotizado a su interlocutor, aunque un espectador avispado podría saber que se trata de un demonio por ese destello en su mirada de oscuro y enfermizo deseo.
Hablan varios idiomas, por lo que no tienen problemas para entablar conversaciones y establecer nuevas relaciones sociales. Podrían considerarse la compañía ideal si no fuese porque, en ocasiones, se dejan llevar y sacan su lado más lascivo.
Los demonios súcubos no necesitan mostrarse agresivos y, además, rehúyen los conflictos. Prefieren usar su capacidad de persuasión y don de gentes para conseguir sus propósitos. Además, en caso de necesidad, no dudarán en adoptar el papel de víctima o de damisela en apuros. Incluso pueden enredar y poner a unos en contra de otros por simple diversión.
Una vez tienen elegido al mortal procuran alejarse con él de la multitud, y entonces usan su capacidad de sugestión, muy parecida a la de los vampiros, para hacerle creer prácticamente cualquier cosa que deseen. Cuando la víctima entra en ese estado hipnótico pasa a ser atacada por el súcubo, que consume la energía de la víctima mientras mantienen relaciones sexuales.
Estos demonios se nutren de la energía vital del mortal, energía que también les permite mantener ese aspecto joven y encantador.
El súcubo de mayor renombre es Lilith (ya mencionada antes), la cual se considera como la reina y madre de todo el clan, según cuentan las leyendas se creó gracias a la potencia del viento y con el trancurso del tiempo su aspecto demoníaco adquirió mayor relevancia. Según algunas creencias religiosas esta fue la primera compañera de Adam que se caracteriza por su intenso caracter y fuerte sexualidad , que al no ver satisfechos sus deseos y por haberse enfrentado a Dios, abandonó voluntariamente el paraíso. Debido a sus características sexuales se le cataloga como el primer espíritu súcubo.
Tras el estado de inconsciencia, las víctimas pasan a un sueño profundo del que suelen despertar agotadas, deprimidas y con la sensación de haber vivido una horrible pesadilla, aunque si el súcubo se excede extrayendo energía es posible que no consigan despertar y acaben muriendo.
Algo que divierte mucho a estos demonios súcubos es atacar a hombres virtuosos o que han hecho voto de castidad. Les encanta atormentarlos al despertar del sueño con recuerdos de orgías y perversiones que los hacen sentir muy avergonzados.
Aunque no es habitual, en ciertas ocasiones los súcubos muestran su verdadero aspecto mientras mantienen relaciones con sus víctimas. Los ojos de serpiente, los colmillos, las alas de murciélago y la cola son un “extra” de martirio del que disfrutan cuando su víctima no les gusta especialmente.
Otros súcubos de renombre son: Abrahel, Baltazo, Filotano, Florina Vasordiel...
Íncubo
El demonio íncubo es la contrapartida masculina del súcubo. Un hombre joven, muy atractivo y fuerte que seduce y atrae generalmente a mujeres, a las que atormenta de la misma manera que suelen hacerlo los súcubos. Existe la teoría de que estos demonios son descendientes de ángeles caídos que han degenerado en succionadores energéticos. Aunque también se dice que, en realidad, los íncubos y los súcubos son el mismo tipo de demonio, que adopta la forma de hombre o mujer según los gustos de su víctima. Suelen acercarse a todo tipo de mujeres; mayores o jóvenes, casadas, solteras o viudas, aunque comparten con los súcubos su debilidad por las mujeres religiosas y de férrea moral, sobre todo las novicias. Disfrutan sabiendo el dolor y la vergüenza que causarán a sus víctimas al despertar de su espantoso sueño.
En la creencia popular europea de la Edad Media se supone se posa encima de la víctima durmiente, especialmente mujeres, para tener relaciones sexuales con ellas, de acuerdo con una cantidad de tradiciones mitológicas y legendarias, un íncubo puede buscar tener relaciones sexuales con una mujer para convertirse en el padre de un niño, cuando esto ocurre existe la posibilidad de que el bebé nacido sea un engendro a disposición de las fuerzas del mal, o un poderoso humano mágico que se decline por hacer el bien. Un ejemplo de este último caso es el del mago Merlín, de quien se cuenta que nació de la oscura seducción de un íncubo a una monja. Algunas fuentes indican que puede ser identificado por su antinatural frío pene.
La tradición religiosa sostiene que tener relaciones sexuales con un íncubo o súcubo puede resultar en deterioro de salud, o incluso hasta la muerte. Las víctimas viven la experiencia como un sueño sin poder despertar de éste. Si la mujer queda embarazada puede dar a luz niños deformes, de fácil control por parte del mal, o con habilidades especiales. El íncubo succiona la energía corporal de la persona en el momento de la copulación, de esta manera vive o se hace más fuerte. En casos extremos de acuerdo a quienes los estudian, puede llegar a darle un paro al corazón de la víctima e incluso matarla por la succión energética ocasionada, dejando a la víctima débil o enfermiza. Se dice que tienen cierta predilección por las monjas. Entre los más conocidos se encuentran Zabulón, Alpiel, Brifot … Pero los mas famosos serían Isaacaro, adjunto del gran Leviatán y Belaam.
Los súcubos e íncubos tienen la capacidad de realizar un encantamiento al lugar donde se produce el ataque sexual, generalmente, la cama de la víctima, de manera que cada vez que ésta descansa sobre dicha cama se drena parte de su energía, que pasa directamente al demonio aunque esté lejos del lugar.
Este poderoso hechizo puede acabar con la vida del mortal mientras que hace más fuerte al demonio. Así, cuantas más víctimas consiga, más poderoso se vuelve.
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